Caminaba por los jardines del castillo la
hermosa damisela, caminaba pensativa; como de costumbre. Sin saber que desde lo
alto el Rey la miraba, sin saber lo que el viento le decía, sin escuchar a la
brisa del mar que estremecía las arenas de la playa, sin saber nada más…
De pronto la estridente y varonil voz de
Henry la estremeció.
– ¿Lista para irnos?
–Sí, ¿A dónde iremos? –pregunto Celtica llena
de curiosidad.
–Iremos a la galería de arte, está al otro
lado de la aldea cerca de la librería.
– ¡Qué interesante suena eso! –exclamo la
bella doncella entusiasmada.
Tomaron una carroza del palacio que los llevo
hasta la enorme galería de arte. El edificio era uno de los más grandes de
aquella aldea y uno de los más hermosos y emblemáticos, tenía unas hermosas
columnas labradas en rocas de río con pequeñas y hermosas incrustaciones de
esmeraldas, simulaban las escamas de los dragones; la ninfa no puedo evitar
sentirse entusiasmada y algo aterrada, pues los dragones le recordaban a su
hogar, pero también les temía.
Entraron en aquel edificio, y apenas miro las
pinturas que allí se encontraban se sintió como en su amado bosque, por todos
lados había pinturas de ninfas, de hadas, fanos, centauros, elfos, dragones y
sirenas. Reconoció al instante a todos esos seres maravillosos que no había
visto hacía mucho tiempo; se sentía extasiada y maravillada.
–Son hermosas –dijo a su acompañante. –No
tenía idea de que este lugar existiera.
–Me alegra que te guste –dijo el Príncipe –pensé
que te gustaría ver algo diferente.
–Sí, me encanta pero… ¿Cómo es que tienen
estas bellas ilustraciones, si son seres que no existen? O al menos yo no he
visto a ninguno –dijo ella negando a su mundo, pues le aterraba la idea de ser
descubierta.
–Bueno, algunos los han visto y ellos son
quienes los han pintado como los recuerdan –contesto Henry – ¡Ven!, te mostrare
algunos de los más importantes.
Caminaron y se pararon frente a algunos de
aquellos cuadros, en especial frente a algunos que los humanos consideraban
deidades; entre los cuales destacaban el de un hombre con cola de pez que
agitaba las aguas, considerado del Rey de los océanos y protector de los
marinos, la Ninfa lo conocía bien, por su culpa ella casi muere. Vio también
uno de una mujer que acariciaba a un dragón como si se tratase de un cachorro,
y a quien los humanos consideraban a la protectora de los bosques y las aldeas,
¡que equivocados estaban ellos! La protectora de los bosques era Mística, y la
Valkyria que había jurado ser la protectora de que ninguna especie se cruzara
con la otra. Pudo observar un cuadro en el que se apreciaban a muchas doncellas
que vestían hojas de los árboles, algunas que nadaban en un estanque y otras
que se veían iluminadas por el fulgor de una llama, todas a merced de un macho
con cuernos y pesuñas, no podía ser otro más que aquel Fauno del que ella
escapo; según Henry, ese macho cabrío era el dios de los hombres que buscan ser
hábiles en las cuestiones del amor.
La Ninfa pudo ver hermosos cuadros que le
recordaban a su hogar, vio algunos de hombres que cazaban dragones, de marinos
que eran seducidos por las sirenas, de centauros que cabalgaban por las colinas
y harpías que remontaban los cielos, todo era muy hermoso pues tenía ante sus ojos un fragmento
de su hogar.