Se encontraba el Rey observando a la dulce
chica del bosque, esperando tener otra oportunidad para convencerla de que se
entregue a él, la mira desde lo alto de su torre, ahí donde lleva a las otras
mujeres que él desea, ahí a donde la Reina no puede entrar…
La observa pasear por los jardines, es tan
hermosa y él espera el momento oportuno para seducirla nuevamente, aunque tal
vez la próxima vez no sea tan amable; y mientras más la mira más la desea, su
cuerpo se enciende en una fragua incandescente, esperando que en algún momento
aquella hermosa doncella decida entregarse a él completamente… De pronto ve que
su hijo se acerca a ella y la saluda, se inclina ante ella y le besa la
delicada mano; cree que su hijo está enamorado de ella, tal vez sea mejor
dejarla, no molestarla, ella ya encontró a su amado; o al menos es lo que él
cree; sin saber que ellos son solo amigos, aquel monarca cree que puede dañar
la felicidad de su único hijo, si sigue merodeando a la chica de la bella voz;
aun cuando no ama del todo a su esposa, si ama a su hijo, y no se interpondrá
en su felicidad.
El Rey ha decidido dejar a la hermosa
doncella, de frágil aspecto y de belleza infinita, no puede hacerle eso a su
hijo, así que cierra las cortinas de su alcoba y decide ira tras otra desdichada
que busque placer, y un mejor puesto en la corte.
Adiós a la Ninfa que ahora esta con el Príncipe,
adiós a aquella que se ve feliz con el heredero al trono… Adiós.
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